Es triste, pero es así. Y es necesario. Al que se queje hay que contestarle como en el chiste: “Haber elegido muerte…“. Ser Jefe de Proyecto tiene esas cosas y no se pueden eludir.
Un problema fundamental a la hora de delegar la gestión de proyectos es quién es responsable del cumplimiento y el éxito del mismo. Y no vale delegar dicha responsabilidad en la misma organización o persona en la que delegamos la gestión. Tiene que haber una “gestión de la gestión” dentro de la organización, siguiendo el principio fundamental de la consultoría de que las decisiones siempre las debe tomar el cliente, nunca el consultor (“ los consultores no se contratan para que dirijan organizaciones o adopten decisiones delicadas en nombre de la dirección“).
Actualmente conozco el caso de varios proyectos que, por una reorganización “a las bravas” en las que no hay organigramas, nombramientos ni responsabilidades en negro sobre blanco, nadie parece ser responsable si las cosas van mal. Y en esas circunstancias, apelar a la profesionalidad sólo es válido si cuentas con equipos altamente motivados. Lo más normal es que todos jueguen a pasar la pelota y uno acabe pronunciando las inmortales palabras del Conde de Romanones.
Lo mismo puede aplicarse al caso comentado (delegación en un tercero): Alguien tiene que haber dentro de la organización que se responsabilice del seguimiento, medición y control del proyecto, aunque para ello sea asesorado o cuente con la colaboración y recursos de dicho tercero. Y a este responsable se le debe dejar claro desde el principio que la responsabilidad si algo va mal es suya.
Y en un mundo muy bonito, habría que comunicarle dicha responsabilidad al resto de la tropa y, por lo menos, pedir amablemente la colaboración necesaria. Todo esto ultimo ya para nota