Me ha surgido en varias conversaciones estos días: se habla mucho de la gestión, el liderazgo, la organización, la motivación, pero casi siempre dirigida a los empleados. Poco se habla de la gestión de los jefes, y cuando se hace suele ser en tono de guasa.
Pero la realidad es que se puede (y se debe) gestionar a nuestros superiores igual que gestionamos a nuestros equipos. Para ello se pueden emplear prácticamente las mismas técnicas y habilidades que se emplean en el liderazgo de grupos de trabajo, siendo la más importante conocer las motivaciones de nuestro superior.
Y aquí empieza lo complicado. Porque aunque normalmente compartáis un objetivo, no siempre tiene por qué ser con la misma motivación. Tu motivación puede ser finalizar el proyecto en las mejores condiciones posibles para reafirmarte como un buen gestor, promocionarte ante tu cliente o, simplemente, como realización personal. Sin embargo la motivación de tu superior puede ser realizar el proyecto porque aporta más personal o más fondos a su departamento. Así, los dos tenéis un objetivo (el proyecto) pero distintas motivaciones.
Y entonces empiezan los malentendidos. Porque tu le hablas a él de indicadores, rentabilidades, estrategias de desarrollo, gestión de riesgos y oportunidades… Y a él no solo le resbala, sino que encima le irrita que le des la murga con toda esta cháchara, y te responde que lo importante es la comunicación, los recursos… A lo que tu piensas, ¿WTF? (y no me refiero al Taekwondo).
Y es que aunque los dos estáis en la misma empresa y en el mismo proyecto, la motivación marca el matiz. Por eso, en la medida de lo posible, conocer la motivación de tu Jefe te ayudará a gestionarlo adecuadamente.
Tan importante como cuasi imposible. He estado participando como principal referente del grupo de mejora contínua de procesos de la compañia a la que pertenezco y debo decir que en cierta etapa inicial mi rol fue tan importante para mi jefe (gerente propietario) que me he llegado a sentir vanamente su mano derecha. Ambos parecíamos disfrutar el juego y el empuje que esto le daba al emprendimiento de mejora de proceso. Sin embargo el tiempo pasó y el equipo de trabajo no reaccionó y se presentaron tremendas resistencias a las modificaciones propuestas, sin que existan contra propuestas ni razones que contradigan mis proposiciones de cambio. Esto generó dos cosas principalemnte. Uno que los resultados no fueran los óptimos y dos, que las motivaciones de ambos se alteraron. Yo por mi lado me siento en una isla a la que fui tentado a ir con grandes promesas de que el cambio era deseado y altament esperado. Mi jefe seguramente esta en el yate al frente de la isla, ideando la forma de hacer que me heche a nado hacia él para luego mudarse de sitio. Ya siento el cansancio de las brazadas y para ahorrar oxígeno y energías se a generado un silencio poco oportuno entre nosotros dos. La batalla parece estar perdida, los objetivos plenos no se lograron aunque se mejoraron muchas cosas y se superaron los básicos. Los isleños (equipo de trabajo, menos yo) están contentos por que su inercia fue mucho más fuerte que mis iniciativas y ven dos alternativas de tres; me ahogo en el nado o vuelvo a la convivencia costumbrista en esa isla donde ellos gobiernan. Pero yo veo una tercera alternativa y saldré de la postura donde me parece cuasi imposible motivar a mi jefe y seguiré en mi nado. Pero no subiré al yate donde todo es seguro y no se aprecia el dolor del cambio. En cambio invitaré a mi jefe a que se arroje a un nado para morir o para gobernar.
Un cálido saludo,
Javier.
Inteligente, pero, para arrojar a tu jefe, debes jugar con él, debes darle ver que no eres esclusivo suyo, sino que te haces querer por más empresarios. Si, ésto se llama infidelidad, o “ponerle los cuernos a tu jefe”. Lo siento, pero, es así, muchas veces, solo con éso reaccionan y entonces, saltan a nadar a por ti, a rescatarte del rescatador que va en tu ayuda.
Si no lo hiciera, pierde la ocasión, y, en época de crisis, no es momento de perder ocasiones oportunas, ni de hacer el tonto mirando a las nubes, por muy grande que sea el yate.
Un saludo.
Sinceramente, Oscar, en época de crisis quien lo tiene peor son los empleados, no los jefes, y un curriculum en el que vas pasando de empresa en empresa te acabará pasando factura. Por otra parte, no puedo estar de acuerdo en la política de la amenaza y el chantaje. La gestión pasa por plantear soluciones ganador-ganador.