Escribí hace poco acerca de los confrontadores, un perfil o carácter que tarde o temprano todos nos cruzamos y que parece abundar en las oficinas a lo ancho y largo del mundo. Para ser justos, debo hablar también del perfil contrario: los no-confrontadores. Y es que como decían los griegos, en el término medio está la virtud.
El no confrontador tiene un pánico atroz al conflicto, y opta sistemáticamente por evadirlo ya sea claudicándo ante su interlocutor o actuando sin el consentimiento o conocimiento de este. Ambas estrategias son, claramente, un error garrafal.
Conozco el caso de una empresa en el que el que un mando intermedio es un no-confrontador crónico, hasta el punto de que hay una serie de trabajadores confrontadores que, día sí y día también, se salen siempre con la suya en perjucio de sus compañeros. Cuando se les asigna una tarea desagradable siempre protestan, e incluso llega a darse el caso en el que uno de los confrontadores se pone malo o, directamente, se da de baja el día que le toca acometer alguna asignación que no le conviene. ¿La solución del mando? Asignar las tareas más desagradables a los que no se quejan y conseguir así que los confrontadores se peguen la vida padre. ¿La consecuencia a medio plazo? Los trabajadores más dóciles se están convirtiendo también en confrontadores.
En el segundo caso, y para no ver la viga en el ojo ajeno, me baso en mi propia experiencia. Estoy más cerca del perfil no-confrontador que del contrario, y además tengo una tendencia casi patológica a echármelo todo a la espalda (síndrome Juán Palomo). Eso ha causado que, en algún caso, cuando un compañero no me ha respondido como necesitaba yo lo haya ignorado y me haya hecho cargo de temas en los que él tenía responsabilidad o, al menos, intereses. Y cuando los resultados han salido a la luz de la organización, ha ocurrido que ese compañero ha venido hecho un basilísco porque no había contado con él y ahora todo el mundo pensaba que yo era el responsable de su trabajo.
Vale, lo del compañero que comento (caso real, seguro que conocéis miles similares) es para flagelarle los riñones con una goma de butano. Pero el auténtico culpable de la situación fui yo. Cuando no me respondió como era su obligación y su responsabilidad debí afrontarlo y confrontarlo directamente con él (y, si no hubieran resultados, posteriormente con su superior más inmediato o con el mío), pero por ahorrarme el enfrentamiento opté por la estrategia del Bypass, y como véis al final hubo enfrentamiento de todas formas y el escaldado fui yo, que me pegué la currada y encima me lleve de palos.
Así que ya sabéis: ni confrontar por sistema, ni huir de una confrontación cuando sea necesario. Lo cual me recuerda una divertida anécdota sobre un trabajador ruso de parecido y hechuras similares a las del “Ivan Drago” de Rocky, al que sus compañeros interrogaron sobre cómo conseguía siempre que el Jefe, un tirano rallando en lo delictivo, le dejase tranquilo, a lo que la tanqueta rusa respondió con el típico acento de película de espías “Yo amenaza físicamente”…
Yo también tengo una clara tendencia a hacer de Juan Palomo más de lo necesario.
Lo jodido de esom – y supongo que te identificarás – es que no te das cuenta. Empiezas a hacer algo y luego piensas “coño, y por qué estoy haciendo ésto yo ?”. La cara de “alelao” que se te queda es acojonante.
Es uno de los temas que debemos controlar. No hay que ser ni demasiado duro ni demasiado blando. Hay que intentar aplicar el sentido común con uno mismo y luego intentar que lo entiendan los demás. Eso es todavía más difícil pero si se acercan posturas ya se ha ganado algo.
Y ahí es donde tocan los huevos los confrontadores de los co***es los del no a todo, los que no están de acuerdo con nada por sistema, sencillamente porque ya de entrada ni escuchan, en fin, “tiene que haber de tó” no ?
Saludos.
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