Todos deberíamos creer en algo. Yo creo que me tomaré otro Jhonnie Walker.“
Yo creo en el Karma. No simplemente como un concepto bonito o como una metáfora, como una guía para la vida o como una fábula sobre cómo debemos hacer las cosas: creo a un nivel más profundo. Creo que, intrincada en la maraña elemental del universo, existe una física del Karma que hace que la vida nos devuelva las cosas que hacemos. Esto opera a nivel individual, pero también a nivel colectivo, lo cuál es una mala noticia para la raza humana habida cuenta de lo que le está haciendo al planeta. No soy el único. Hay legiones de personas que, en contra de la evidencia más superificial, piensan como yo, y hacen las cosas bien no solo porque es lo que se supone que deben hacer, sino porque creen firmemente en que con ello construyen una vida y un mundo mejores.
Creo firmemente en que si uno hace las cosas bien, las cosas tienden a salir bien. Puede que no de forma inmediata. Puede que no en la forma en la que uno predijo. Es posible que uno trabaje como un mulo para hacerse rico y al final solo cuente con la satisfacción de haber cumplido consigo mismo, y en los intersticios planares del multiverso el “enanito del karma” sonría al pensar que lo que realmente quería esa persona es ser rico para ser feliz, y que finalmente ha sido feliz.
Creo que cuando uno se encuentra en el centro del caos y todos obran de forma incorrecta uno no debe decir “bah, al demonio con todo, no voy a ser yo el único tonto que siga las reglas”. Todos los días cuando voy en el coche y alguien hace una pirula delante mía, algo que tanto a mi mujer como a mi nos saca de quicio, siempre terminamos nuestra sarta de exabruptos con un “sí, pero nosotros hacemos las cosas bien; porque al que hace las cosas bien, las cosas le irán bien”. Pensamiento positivo, algo en lo que también creo y de lo que también trata el karma.
Por esto me ha encantado encontrarme en Desencadenado (que sí, que ya lo se, que soy un groupie de Borja, qué le vamos a hacer) con la historia de Zappos. Imprescindible.
También soy un pasta-fari y creo en el monstruo volador de espaghetti, pero esa es otra historia que deberá ser contada…
PD: en un ejercicio de narcisismo nunca antes visto en este blog, voy a citarme a mi mismo en una conversación que tuve con un compañero médico este fin de semana:
Yo creo en la formación continua. Pero creo al mismo nivel al que creo en la gravedad o en los tres principios de la termodinámica, es decir, si alguien está intentando discutir conmigo sobre ello le prevengo que es mejor que ni lo intente, ya que no voy a desperdiciar mi tiempo en exponer algo tan simple y evidente.
Pues yo no creo en los “enanitos del Karma”, ni en fuerzas ocultas en el Universo, pero creo que tienes razón.
Mi padre solía decir que “nada malo le puede pasar al hombre bueno”, que viene a ser lo mismo.
Lo que creo que funciona, más que el karma o fuerzas esotéricas, es que las decisiones que tomamos influyen en nuestro entorno. Y nuestro entorno vuelve a influir en las decisiones que tomamos. Si nuestro esquema moral nos impide hacer pirulas con el coche, tampoco las haremos en el trabajo. El que se salta un semáforo en rojo puede aceptar un soborno para acelerar un expediente de licencia (por poner un ejemplo actual).
Jejeje… Me alegra que te haya gustado lo del enanito del Karma…
Al fin y al cabo, lo que describes no deja de ser un principio Kármico de acción-reacción. Si prefieres un enfoque menos espiritual, se puede enunciar como dinámica del caos o teoría de sistemas: los buenos actos marcan tendencias, y esas tendencias se propagan como ondas en tu entorno.