(desde El Blog Salmón)
Paco es un empresario real que conozco. Como es habitual en las empresas sevillanas, desde el 15 de Junio al 15 de Septiembre instaura en sus empresas la jornada intensiva, es decir, de ocho a tres, lo cuál suma la tan ansiada jornada laboral de 35 horas. Al llegar el quince de septiembre se encontró con un pequeño problema: el aire acondicionado de las oficinas estaba estropeado, y las temperaturas hacían imposible aun trabajar por las tardes. Así que mantuvieron la jornada intensiva un mes más. Cuando por fin en Octubre se arreglaron las cosas, el gerente de la empresa se entrevistó con él: “Paco, la gente está encantada trabajando de ocho a tres. No levantan la cabeza de la mesa, se concentran mucho mejor, hacen una pequeña pausa a media mañana para el café y siguen como leones, y luego tienen las tardes libres para estar con su familia, hacer deporte, descansar… Así que vienen al día siguiente como nuevos”. Y ni corto ni perezoso, Paco ha mantenido la jornada intensiva indefinidamente. Ahora tiene además una oficina vacía por las tardes que utiliza para que trabajen Freelances en las épocas de más carga de trabajo, para mantener reuniones con clientes o para celebrar actividades de formación.
Cada vez son más las empresas que se están dando cuenta de que la productividad no se alcanza a base de echar más horas. Más bien todo lo contrario: ante las jornadas dilatadas de forma continua a injustificada, la productividad decrece alarmantemente. Y es que si siempre estás esprintando, en realidad acabas haciendo jogging a trote cochinero. En eso los anglosajones y muchos europeos nos llevan bastante ventaja, sobre todo partiendo de la base de que su jornada de trabajo, cultural e históricamente, es la de nueve a cinco, con una pausa de pocos minutos para hacer un almuerzo frugal, algo que además es mucho más sano que meterse un menú de dos platos, vino, postre y café y luego intentar mantener el pabellón tres horas más en la oficina.
Muchas empresas, las primeras de la clase, están dando incluso un paso más allá instaurando jornadas de seis horas de oficina, complementadas con teletrabajo. Sinceramente, en base a mi experiencia directa, lo que no se hace en la oficina en seis horas ya no se hace. Y tendría que usar una hoja de cálculo para poder contar a toda la gente con la que me he encontrado a lo largo de mi carrera que están diez horas en la oficina pero afirman tener la sensación de no sacar más de dos o tres horas productivas al día.
Al final es una cuestión de cultura, ganas, voluntad por todas las partes, confianza y compromiso. Casi nada. Porque si el empresario desconfía de que los trabajadores vayan a aumentar la productividad al estar menos horas en la oficina, y estos lo que hacen es precisamente aprovecharse de la situación, pues mal vamos. Pero en unos tiempos de inflación y con un mercado laboral francamente complejo, ofrecer jornadas más humanas, productivas y agradables puede ser un factor importante para atraer y retener el talento y, con él, la tan ansiada productividad. Desde aquí, mi humilde lanza por las jornadas de trabajo lógicas.
Justamente tu post me ha recordado que en la empresa, a partir del 1 de enero cambiamos a un horario similar. Mantenemos la semana de 40 horas, pero de otra forma: de 8 a 15 y dos tardes de 17 a 19,30 los viernes por la tarde no se trabaja.
Estoy totalmente de acuerdo con lo expuesto: gente más contenta rinde más y mejor.
Me encanta que se hable de este tema, y más si es para apoyar la jornada de 7 horas diarias (o de 6, como se comenta en el post). Yo llevo defendiendo una jornada continua desde que empecé a trabajar. No sólo porque mis padres la han tenido siempre y he crecido pensando en que mi vida sería así, sino porque no es serio hacer una comida “a la española” y luego pretender estar fresco como una rosa para afrontar la tarde.
Aparte, sobre este asunto, parece que todos los trabajadores estamos de acuerdo:
http://meneame.net/story/nueve-cada-diez-espanoles-prefieren-trabajar-8-3
Y debe de ser que todos los jefes/directivos *no* están de acuerdo en esto, porque si no, habría alguna empresa privada que lo aplicara más allá de los meses de verano (y tenemos que dar gracias).
Señores directivos que me lean: estoy dispuesto a reducir mi salario proporcionalmente a la reducción que se haga en mi horario si ello implica tener (toda) la tarde libre.
Aparte, creo que el error más grave de los empresarios y economistas es medir el trabajo exclusivamente por el tiempo que se echa, y no por otras variables. Y el error más grave de los trabajadores es desperdiciar bastante más de una hora al día en “desayunos”, “cafés” y otra historias que hacen que al final el tiempo neto que dedicamos a trabajar sea eso: 6 o 7 horas.
Yo por mi parte, me apunto en el calendario de outlook: 15 de septiembre de 2008 – sabotear aire acondicionado
Sabes que nosotros en Peopleware hemos empezado ya con el teletrabajo y que lo de las seis horas es ya norma.
La mayoría de trabajadores de este país rinde dos horas (y ya es en determinados entornos y empresas brontosaúricas) así que en nuestro equipo de I+D hacemos 6 que se quedan en 5; pero cinco cinco. Y por las tardes que si un tenis, que si con los niños en casa, que si la tesis doctoral, que si lo que te motive.
Todas las partes cumplen egoímos si lo pensamos bien. La empresa (mejor rendimiento y compromiso), el trabajador/a (más tiempo real, más conexiones neuronales, más vida en definitiva), la sociedad (indirectamente ¿o no?).
Si más gente en Sevilla pensase como tu amigo Paco y tu, no estaría pensando largarme tan pronto como me licencie.
Joselu, pensaba en concreto en vosotros al hablar de la jornada de seis horas diarias, que me parece un acierto en entornos ágiles y productivos como el vuestro. Posiblemente debería ser el objetivo final, aunque como en todo para transformar una empresa habría que gestionar el cambio e ir consiguiendo peldaños intermedios.
Me alegra ver que estas cosas se aplican en la vida real… te pasas la vida leyendo libros sobre motivación, productividad, etc. y parece que hablan de otro mundo, porque alrededor lo que se lleva es el mismo sistema del S. XIX (no llegamos ni al XX…)
Y al final te quedas pensando si los libros tendrán razón o no. Tiendo a pensar que sí, y en este blog se ve a menudo que hay otra forma de hacer las cosas.
Totalmente de acuerdo con el enfoque de este tema de la jornada de trabajo. A mi no me gusta perder tiempo en desayunos largos cuando podríamos salir antes de trabajar.
La jornada intensiva es la que me permite rendir más, por lo menos, en mi caso, no tengo ninguna duda ¿Para qué engañarnos? ¿Es una cuestión de presencia o de eficiencia? (esto último lo leí hace poco en algún post pero no recuerdo dónde)
Todos disfrutamos mucho más con la jornada intensiva porque tendríamos más tiempo para disfrutar en nuestras cosas (algunos se echan la siesta, otros hacen cosas con la familia, deporte,…). Además, estoy de acuerdo con eso de que la empresa gana: Sí, claro que sí. Empleados más motivados, en mejor disposición para trabajar, “más frescos”,…
Ojalá que esto sea una de las tendencias que se impongan en nuestro país y que nos parezcamos en esto al resto de Europa.
Y de todo lo dicho, que comparto plenamente, ¿qué opinan los sindicatos, los políticos y los empresarios?
Pues hombre, los sindicatos que hay que instaurar la jornada de 35 horas sin perder salario (y a ser posible manteniendo la misma productividad horaria, es decir, casi cero), los políticos que “hay que” concertar vida profesional y familiar, pero que la pague el empresario, y el empresario que la vida está muy mala, que hay que ser competitivo y que productividad = echar más horas. A grandes rasgos, vamos.
Tendremos que cambiar esta percepción entre todos. Mientras esperemos a que políticos, sindicatos y empresarios nos arreglen la vida, tendremos la culpa de lo que nos pase. Proactividad, señores, proactividad.
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