Hace poco, en una reunión, uno de los asistentes comenzó a contar una historia sobre un libro que había comprado en un aeropuerto, y fue interrumpido de inmediato por otro de los contertulios que le espetó un “yo tengo una norma: nunca leas nada que se venda en los aeropuertos“. No haré muchas consideraciones sobre la frase, creo que cae por su propio peso (yo he visto en los Aeropuertos desde Funky Business hasta La Buena Suerte pasando por El Quijote o las novelas del Mundodisco). El caso es que no son infrecuentes este tipo de comentarios despectivos sobre los denominados “libros de autoayuda”. Y creo que se debe fundamentalmente a cuatro razones:
- El propio nombre es absolutamente desafortunado. Induce a pensar que todo el que lee un libro de este género es uin pobre hombre al borde del suicidio o que no sabe “como hacer amigos”.
- En este género hay de todo. Desde chorra-cuentos auto-evidentes (lease Fish) hasta algunas lecturas de las que se puede sacar algún poso.
- Casi todos estos libros tratan de transmitir una o dos ideas únicamente, por lo que después de ciento y pico páginas a uno se le ocurre si no sobraba algo de literatura. No se para a pensar si las dos cosas transmitidas le han valido la pena, o si toda la literatura ha servido para que el concepto no pase sin pena ni gloria.
- Se suelen apoyar en un tono emocional para enfatizar el mensaje: se acompaña de historias, cuentos, sucedidos o mensajes lacrimógeno-metafísicos, lo que hace que para muchos pierdan en seriedad.
Pero como dicen los americanos, no puedes juzgar un libro por su cubierta, y mucho menos por la colección o el género al que pertenece (aunque sí se puede juzgar a algunas personas por sus comentarios ). Uno de estos libros es “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” de Stephen Covey, libro que os recomiendo (aunque sólo fuera porque en audio son tres horitas y poco, así que en una mañana de paseo te lo has ventilado). El libro da para mucho, así que hoy no voy a entrar en sus detalles, pero sí quiero aprovechar una historia que se cita en el mismo, relativa al séptimo hábito:
Suponga el lector que se encuentra con alguien que trabaja febrilmente en el bosque, cortando un árbol con una sierra.
—¿Qué está usted haciendo? —le pregunta.
—¿No lo ve? —responde él con impaciencia—. Estoy cortando este árbol.
—¡Se le ve exhausto! —exclama usted—. ¿Cuánto tiempo hace que trabaja?
—Más de cinco horas, y estoy molido. Esto no es sencillo.
—¿Por qué no hace una pausa durante unos minutos y afila la sierra? —pregunta usted—. Estoy seguro de que cortaría mucho más rápido.
—No tengo tiempo para afilar la sierra —dice el hombre enfáticamente— Estoy demasiado ocupado aserrando.El séptimo hábito consiste en tomar tiempo para afilar la sierra. Engloba a todos los otros hábitos del modelo de los siete hábitos porque es el que los hace posibles.”
Pues precisamente me encuentro últimamente con muchos de estos leñadores, demasiado ocupados con los fuegos del día a día, las urgencias, las crisis, las pequeñas chorradas tácticas, los cafés, el coche, el marca… Y “no tienen tiempo” de dedicar esfuerzo al segundo cuadrante de la gestión de tiempo: lo importante. Lo que realmente marca una diferencia. Lo que en realidad nos hace mejorar. Me gusta también de este libro, precisamente cuando habla de los cuadrantes de gestión del tiempo, la historia de los cocodrilos: nos pasamos el día luchando con una pala contra un montón de cocodrilos, las crisis y las urgencias, que han invadido nuestra finca, pero no dedicamos tiempo para ir cavando, entre cocodrilo y cocodrilo, una zanja por la que los cocodrilos puedan salir de nuestra finca y volver al pantano.
Si queréis salir de la dinámica de apagafuegos, más os vale que empecéis a cavar un poco de vez en cuando. Y si alguien viene a ofreceros una pala, decidle cualquier cosa menos “no tengo tiempo“…
El “no tengo tiempo” es un virus que corroe… y no hay nada peor que escuchar un “no tengo tiempo” cuando hay que hacer una tarea.
Sobre todo cuando el “no tengo tiempo” es debido a, como bien dices, el café, el coche, el marca…
Una buena historia! Aunque es mucho peor cuando ni siquiera se ha parado a analizar por donde, a que ritmo, cuando, porque y COMO va a cortar el arbol para que el coste sea razonable!
De hecho, “afilar la sierra” es una metáfora de todo eso que comentas: hacer las cosas bien.
Si… en efecto que aventurado hacer ese tipo de comentarios, hay enseñanzas donde menos te lo puedes imaginar.
Es muy interesante tu blog, saludos.
Aparte de unirme a ti en las loas al bueno de Covey, apuntar otro “clásico” relacionado con los libros de “autoayuda”. Mucha gente los lee esperando que, tras finalizar su última página, su vida haya cambiado por arte de magia. Buscan “recetas”, “soluciones”, “guiaburros”. Y, lógicamente, se decepcionan cuando eso no sucede.
Creo que cualquier cambio ha de venir de la reflexión e interiorización de las dos o tres ideas clave que pueda aportar el libro (el que las aporte, que hay algunos que no lo hacen) y de su incorporación (de forma totalmente adaptada al individuo) a la “rutina” diaria.
(Perdón, continúo)
Y eso, forzosamente, requiere esfuerzo. Esfuerzo que muchos no están dispuestos a realizar (“que otros me resuelvan la papeleta”).
Absolutamente de acuerdo. Kiyosaki cuenta varias veces como la gente se le aproxima y le pregunta “dígame cómo hacerme rico rápidamente”, a lo que Kiyosaki les responde “no hay soluciones inmediatas. Si quiere ser rico a largo plazo, incremente su inteligencia financiera”. Y la gente se le queda mirando con cara de bobos. Efectivamente, lo que la gente quiere es una “receta”, una “pastillita” que te la tomes y te permita adelgazar, ser más listo, más rico, tener éxito en los negocios, hablar mejor… Todas estas cosas no se consiguen sino después de un concienzudo entrenamiento, planificación, esfuerzo y sacrificio. Y claro, eso no mola…
Me ha fascinado esta entrada de tu blog. Ha sido genial. Y lo digo porque yo era la que decía “no compres nada en un aeropuerto puaj”… yluego, harta de fallar con “médicos” decidí que si yo no cambiaba, me sentaba y “afilaba mi sierra” (es decir, perfeccionaba mi instrumento que me permite vivir, es decir: yo misma) no iba a salir adelante nunca.
Y llegaron los libros del “aeropuerto” que ahora leo y recomiendo.
Cada quien debe buscar las “afiladoras” más adecuadas a su caso… por eso es que nadie más que nosotros mismos nos puede ayudar…
Un abrazo