Discutía esta mañana tomando café con dos clientes sobre cuánto nos queda de travesía del desierto. Unos dicen que para final de año el sol brillará, mientras que algunos otros dicen que esto puede ir para siete años (¡ala! ¡exagerao! Si es que le dan el Nobel a cualquiera…). Personalmente defiendo la teoría de que la duración de la crisis será directamente proporcional a la cantidad de veces que pronunciamos la puñetera palabrita a lo largo del día.
Explicación: tengo clientes que me están demorando los pagos. Sin embargo, esperan crecer bastante este año (en torno al 15%), han incorporado a veintitantas personas, el mercado responde… Y, aun así, han bloqueado los prespuestos de todo lo que no consideran indispensable (incluyendo el presupuesto de formación y el de consultoría…¡ouch!) y están empleando una política muy agresiva de pagos a los proveedores (por decirlo de una manera políticamente correcta). ¿Por qué? Por prudencia. Por lo que pueda pasar. Por la crisis.
Este es uno de los efectos nocivos de la sobrecobertura informativa de la crisis: nadie se atreve a hacer nada por la crisis. Y como nadie hace nada, la economía no se mueve. Las empresas no compran, los proveedores no cobran, no se invierte, no se contrata. Así que por favor: intenten seguir con sus vidas. Ya sabemos que las cosas están chungas: no las empeoren armando jaleo.
En medio de esto, la patronal y el gobernador del banco de España piden flexibilización de las condiciones de despido para dinamizar el mercado laboral y en El Jueves los nombran “gilipollas de la semana” con el argumento “pero ¿ustedes quieren contratar o despedir?“. Hay que entender que las revistas tienen su audiencia y el carnét de humorista no exige un titulo de economía. Angelitos.
Por cierto, como ejercicio lúdico podéis contar ahora cuántas veces he dicho “crisis” en el artículo (respuesta correcta: cero ).
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Siendo algo cierto que el consumo tiene mucho que ver con la confianza respecto al futuro, tampoco se puede achacar todo lo que pasa a la “desconfianza” o a la sobrecobertura informativa. Que no ayuda, de acuerdo. Pero que hay una serie de cuestiones económicas subyacentes de carácter estructural que no invitan a ser muy optimistas, y que sólo con optimismo y confianza en el futuro (recetas muy zapateriles) las cosas no se arreglan…
No puedo estar más de acuerdo. Esta crisis se parece cada vez más a una profecía autocumplida. Entiendo (con mis pocos conocimientos de economía) que las causas son reales en su origen pero, como bien dices, finalmente su impacto y profundidad tiene más que ver con las expectativas.
Saludos, nos leemos.
LA HAS DICHO UNA VEZ, NO CERO.
Corrección: la he ESCRITO varias veces, no la he DICHO ninguna…