Desde que me hice emprendedor he recibido más propuestas, proyectos, ideas, ofertas, colaboraciones e invitaciones a participar en foros, blogs y eventos que en los últimos…Umm…¿Cuatro años? Y estoy encantado, de veras, pero es sólo porque he ido aprendiendo a decir que no a lo que no me interesa, a lo que veo que no puedo afrontar o a aquello en lo que no veo claro mi papel.
Ocurrió anecdóticamente que el mismo día en que me despedí definitivamente de mi anterior ocupación y puse el proverbial correo de “hasta siempre” con mis nuevos datos, un compañero de la empresa con el que no había tenido demasiada relación (y que desde luego no me había puesto un correo en la vida) me mandó cinco párrafos explicándome que él tenía una idea estupenda, que era una oportunidad magnífica y que seguro que a mí me interesaba tener una reunión con él para estudiarla y apostar por ella.
Que bonito lo de apostar. Ya he hablado de ello en alguna que otra ocasión.
¿Por qué este hombre, si está tan convencido de su idea, no se lanza a emprenderla el por su cuenta? Y lo que es más, ¿Por qué de repente decide confiar en mí y escogerme prácticamente como socio para dicha idea? Ambas preguntas están muy relacionadas. Típicamente el factor dominante es el miedo a emprender, a correr riesgos, a que las cosas no salgan bien y nadie quiera volver a contratarlo. La verdad, si uno piensa así de sí mismo creo que ya está tardando en emprender un programa de reciclaje profesional profundo, pero en fin, allá cada uno. A lo que voy es que cuando uno ve a otro que sí se lanza a correr los riesgos, subconscientemente dice “que corra el riesgo por mí”. Si triunfamos, repartimos. Si fracasamos, el se estrompa y yo sigo calentito al abrigo de mi contrato fijo.
Otro factor importante es el “I’m more of an idea rat“, parafraseando una tira cómica de Dilbert (*) (por cierto, interesante reflexión la del título de este blog :twisted:). Los tipos del “yo soy un hombre pensante” y que actuen (y corran los riesgos) otros. De estos hay dos clases: los de que sí, que deben ser el 0,0005%, y los de que no, el 99,9995% restante. Los de que sí son gente que realmente tienen una visión prodigiosa y son capaces tanto de tener grandes ideas como de distinguir las viables de las simplemente originales, y además aportan experiencia, consejo, estrategia, dirección, liderazgo… Haberlos haylos. Los de que no (idea rats) son los que siguen creyendo en el valor de las ideas por las ideas, algo de lo que ya se ha hablado tanto en este blog como en la blogosfera emprendedora en general.
Estadísticamente, puede ocurrir que se nos cruce por delante un tipo de los de que sí, alguien que no solo tiene ideas geniales sino que además son viables y tiene la capacidad de llevarlas adelante, y en ese caso tal vez tengamos ante nosotros la oportunidad de nuestras vidas. ¿Qué factores pueden ayudarnos a distinguirle? Se me ocurren al menos los siguientes:
- Algo de carrera: todo el mundo tiene que empezar alguna vez, pero la gente con buenas ideas suele tener al menos algunas experiencias que contar, aunque no necesariamente hayan funcionado. Es importante indagar en las causas de fallo de anteriores experiencias para determinar si se trató de consecuencias lógicas del proceso de prueba-error o de otra cosa. Tip: los de que no suelen culpar de todo a los demás (el mercado no estaba preparado, mis socios me la jugaron, los clientes no pagaban…). Por otra parte, como dice Kiyosaki, no aceptes consejos sobre emprendizaje o inversiones de alguien que no haya emprendido ni invertido nunca, sobre todo si dichos consejos son negativos.
- Trabajan sus ideas: tienen un plan de negocio, o una carpeta de recortes de artículos, un blog en el que hablan de su idea o un grupo de debate en el que la analizan, una presentación power point, una web, estudios de mercado, dossieres de franquicias, análisis DAFO… Todas o alguna de las anteriores. Si no tiene nada en negro sobre blanco, altas posibilidades de que sea un idea rat.
- Suelen tener ideas relacionadas con su campo de experiencia: no digo que a un abogado (por ejemplo) no se le pueda ocurrir de repente una manera mucho más eficiente y barata de construir centros de radiación sincrotron pero… En fin.
- Son persistentes y perseverantes: como decía Ray Crock, el creador de McDonalds, la perseverancia es lo único que importa (**). Los de que no suelen venirte un mes con una idea y al mes siguiente con otra totalmente distinta.
En cualquier caso, no nos ofendamos. Yo me considero más un de que no que un de que sí. Sí, claro que tengo ideas y muchas de ellas creo que son buenas (hey, todos los cerebros las tienen, si el suyo no produce ideas consulte con su servicio de garantía y mantenimiento), pero en absoluto me considero un visionario. Y de hecho mi empresa no deja de ser un negocio de consultoría en aquello en lo que tengo más experiencia, así que tampoco creo que me vayan a dar ningún premio a la innovación. Pero insisto: la idea no es tan importante. A los que tienen por único patrimonio una idea, debo avisarles que el mundo no funciona como en las películas y los cuentos y que hace falta mucho más que eso.
Un último consejo: creo que la pasión, algo muy importante por ejemplo a la hora de contratar personal, emprender o buscar colaboradores, no indica nada al respecto de lo buenas que sean las ideas de las personas. Por muy apasionadamente que alguien defienda una idea, siempre puede tratarse, simplemente, de una rata enamorada de su queso…
(*) La tira en cuestión, explicada en un artículo que viene al caso :
One of my favorite Dilbert cartoons shows a typical management meeting. Ratbert takes the floor and says, “ Excuse me, I’m only an intern, but may I make a suggestion? Let’s form multi-disciplinary task forces to re-engineer our core processes until we’re a world-class organization!” His pointy haired boss responds ”Sounds good, go ahead and do it.” To which Ratbert answers “I’m more of an idea rat.”
(**) La cita de Ray Crock extraida de los comentarios en el blog de Jesús Encinar:
Persevere. Nada en el mundo puede reemplazar a la perseverancia. El talento no lo hará; nada es más común que los fracasados con talento. El genio no lo hará tampoco; el genio sin recompensa ya es proverbial. Perseverancia y determinación son las únicas virtudes omnipotentes”.